sábado, 19 de enero de 2008

Peores que la enfermedad?

Millones de pacientes que en el mundo consumen las drogas ezetimibe y simvastatina combinadas para controlar las peligrosas placas de colesterol que tapan las arterias se debaten ahora entre la preocupación y la duda. Merck Sharp and Dohme y Schering Plough, los laboratorios que comercializan la mezcla bajo marcas como Vytorin y Zintrepid, anunciaron esta semana que, según un estudio hecho por ellos, estos medicamentos sí reducen el colesterol, pero no cumplen con lo prometido: controlar las placas que forma y que pueden causar infartos y derrames cerebrales.

En medio de un debate en el que unos sectores desestiman el valor del estudio, otros advierten sobre el riesgo de seguir usando fármacos que no son eficaces, y algunos hasta piden reexaminar las teorías sobre los beneficios de combatir el llamado colesterol malo, cuesta pedir a los usuarios que mantengan la calma.

Con los avances de la ciencia, la humanidad debería tener claridad sobre estos temas, pero nada parece garantizar que este no se convierta en otro capítulo de la tristemente célebre historia de medicamentos como el superanalgésico Vioxx, que resultaron peores que la enfermedad. Lo más desalentador es que episodios de este tipo confirman el estado de indefensión en el que están los consumidores de medicamentos de todo el planeta.

Hace unas semanas, y tras años de ventas sin restricciones que representaron ganancias multimillonarias para las casas farmacéuticas, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos prohibió los jarabes antigripales y antitusivos para menores de 2 años, por sus peligrosos efectos secundarios. Aun hoy no hay consenso sobre si las hormonas que se dan a las mujeres durante la menopausia causan cáncer o no. 
Un nuevo estudio sostiene que algunos antidepresivos no son mejores que una pastilla de azúcar, y otro, que los suplementos de calcio (tan recomendados a las mujeres) causan infarto.

Las farmacéuticas parecen más concentradas en comercializar rápidamente sus desarrollos, que en mejorar la calidad de vida de la gente. Y se cuestiona el papel de los órganos regulatorios, cuyo deber es garantizar que estos productos sean seguros. Según una encuesta hecha entre los estadounidenses, la mayoría siente confusión y desconfianza por el papel del gobierno en garantizar la seguridad de los medicamentos.

Si los habitantes del país más poderoso del planeta, y en el que tienen asiento las farmacéuticas más grandes y rentables del mundo, empiezan a dudar de la labor de la FDA, ¿qué se puede esperar del papel de organismos como el Invima?

No es un secreto que países como Colombia carecen del orden y la estructura técnica y científica para garantizar que los fármacos que se entregan a la gente son seguros. Estos entes son, más bien, cajas de resonancia de órganos de referencia como la FDA o la Emea, su homólogo europeo.

Sería bueno que los profesionales de la medicina no respondieran siempre a cada síntoma de sus pacientes con una pastilla, y que insistan en acciones de promoción de hábitos saludables, como el abandono del cigarrillo, la práctica cotidiana del ejercicio, la adopción de una alimentación más sana y el control del estrés, que probadamente previenen enfermedades. Más que nunca, los médicos son los llamados a orientar a sus pacientes a partir del análisis juicioso, desinteresado y, sobre todo, independiente de la avalancha de información, a veces incompleta, de las farmacéuticas.

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