domingo, 9 de agosto de 2009

Gira de Uribe, ¿se justifica?

El presidente colombiano, Álvaro Uribe, inicia este martes una gira por siete países sudamericanos para explicar su acuerdo militar con Estados Unidos.

Bogotá anunció que está negociando permitir a soldados de este país poder operar desde tres o cuatro bases colombianas para supuestamente facilitar operaciones contra el narcotráfico y grupos armados.

Con ello, Washington trasladaría a Colombia parte de las operaciones que llevaba a cabo en la base ecuatoriana de Manta después de que Ecuador se negara a renovar su permiso de utilización que vence en noviembre de este año.

Vea: Uribe sale a dar explicaciones

Sin embargo, el acuerdo es mal visto por muchos países de la región. Ecuador reaccionó enojado mientras que Venezuela calificó la presencia de tropas estadounidenses como “amenaza”. Caracas congeló sus relaciones diplomáticas con su vecino sudamericano el martes pasado y anunció la compra de tanques rusos para reforzar la frontera con Colombia.

También el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, dijo que no veía con buenos ojos esta operación, preocupado además por la presencia de la 4ª flota de la Marina estadounidense en la zona conocida como "pre-sal" frente a las costas brasileñas donde se descubrieron grandes reservas petrolíferas

¿Debe limitarse la libertad de prensa?

La última propuesta de ley sobre "delitos mediáticos" en Venezuela y la revocación de la concesión de 34 radios en aquel país reabren el debate sobre los límites de la libertad de expresión y del papel del Estado como regulador de los medios de comunicación.

Pero estos roces entre el Estado y los medios no son exclusivos de Venezuela.

El reciente golpe de Estado en Honduras también puso en cuestión el papel de los medios como vehículos de información veraz y responsable.

Y en Bolivia, hace apenas una semana, el gobierno amenazó con llevar a juicio al diario La Razón por haber publicado un especial sobre el "Caso Rózsa" que las autoridades consideraron "apología del delito".

Este tipo de debate no pierde vigencia. El tercer presidente de EE.UU., Thomas Jefferson, afirmó hace más de 200 años: "Si yo tuviera que decidir entre un gobierno sin prensa y una prensa sin gobierno, no vacilaría un instante en preferir lo segundo"

domingo, 2 de agosto de 2009

Sueños institucionales para escritores institucionales



En junio de 2008, hace más de 12 meses (1 año), el ilusionado escritor William Zapata M., aconsejado con las mejores intenciones por su buen amigo Carlos Patiño M., decidió hacer caso omiso a sus principios artísticos y postular su obra cumbre El Empeliculado, al Programa Editorial de la Universidad del Valle.

Según cuentas de su asesor, el proceso de aceptación, o rechazo, del manuscrito debía durar no más de dos meses. En efecto, luego de tres meses de obtener un silencio sepulcral y un par de evasivas como respuestas por parte del ente administrativo, decidí acudir a la oficina correspondiente y reclamar mis sudadas tres copias empastadas y argolladas de El Empeliculado, las cuales costaban en términos morales y económicos más de lo que mis bolsillos podían resistir, (así era: el esfuerzo fue máximo en aquella época, como lo puede ser para un artista que sólo se la pasa escribiendo día y noche en el anonimato).

La respuesta de la encargada de turno fue:

- En este momento la novela se encuentra en manos de los evaluadores. Deje la impaciencia y espere a ver si de pronto obtiene una respuesta positiva.

Esperanzado, me fui a casa y dejé un margen superior a los 8 días que me había aconsejado la funcionaria.

Esperé no una semana, sino tres meses más.

3 meses después, la respuesta fue entre risas (me estaba volviendo familiar) similar, por no ser muy magico-realista y decir que idéntica.

El asunto para mí, pues, se estaba convirtiendo en una causa, acaso un reto, una suerte de afrenta contra la dignidad personal. Total que dejaba pasar las dos o tres semanas de rigor y la señorita en cuestión me respondía con el argumento de los evaluadores, a veces bastante irritada conmigo, como si fuera culpa mía que el trámite se hubiera traspapelado quién sabe en que vericueto de la burocracia colombiana.

Para la época, marzo de 2009, yo lo único que quería era recuperar mis manuscritos y ponerlos de almohada bajo mi cabeza-delirante-de-cali-colombianadas y dormir tranquilo sin que ninguna figura institucional se acercara a mi novela.

Se lo hice saber al Programa Editorial. No me interesaba ya que ningún jurado leyera mi obra; no me interesaba publicarla. Pero, la escena se repitió una media docena de veces más, entre marzo y junio de este año. Yo yendo al bloque administrativo de la U. de V., segundo piso y haciendo toda clase maromas por mis manuscritos. Lo último que atinaba a contestar esta señora es que ella contaba con una de las copias y que las otras dos estaban en manos de los evaluadores.

En julio pensé que era suficiente de paciencia. Fui a enfrentarme como un energúmeno contra la pasmosa habilidad de esta señora para sacar todo tipo de pretextos y para pasar la papa-caliente a las más abstractas piezas del proceso editorial. Yo solo quería mis tres copias, imprimidas con gran sacrificio desde hacía un año atrás. Qué de misterioso podía tener aquello?

Finalmente, he recibido la devolución de una (1) sola de las copias y una carta argumentando que la novela no había sido aceptada porque ya se encontraba publicada en internet. Nunca hubo una explicación por cuáles razones literarias, académicas o artísticas se había rechazado el proyecto. Nunca hubo una explicación del por qué de las dilaciones. Nunca hubo una explicación de quién se trasteó, o dónde se quedaron las otras dos copias, de 200 páginas cada una. Nunca se hizo una anotación de las conclusiones de los supuestos "evaluadores" y un millón de años después, cuando la universidad pública se despertó, el dinosaurio aún seguía allí. Lección aprendida: las publicaciones institucionales son para los escritores institucionales.