domingo, 26 de julio de 2009

Con una naturaleza cómoda, la humanidad no habría inventado nunca la arquitectura

¡Es que la naturaleza es tan incómoda! La hierba dura y húmeda está llena de asperezas y de insectos negros y repulsivos.

Con una naturaleza cómoda, la humanidad no habría inventado nunca la arquitectura; y a mí me agradan más las casas que el aire libre. En una casa se tiene siempre la sensación de las proporciones exactas. Todo en ella está supeditado, dispuesto, construido para uso y goce nuestros. El propio egoísmo, tan necesario para el sentido auténtico de la dignidad humana, proviene en absoluto de la vida interior. De puertas afuera se convierte uno en algo abstracto e impersonal, nuestra individualidad desaparece.

Y, además, ¡es tan indiferente y tan despreciativa la naturaleza! Cada vez que me paseo por este parque me doy cuenta de que le importo lo mismo que el rebaño que pace en una ladera o que la bardana que crece en la cuneta. La naturaleza odia a la inteligencia; esto es evidente. Pensar es la cosa más malsana que hay en el mundo, y la gente muere de ello como de cualquier otra enfermedad. Por fortuna, en Inglaterra al menos, el pensamiento no es contagioso.

Debemos a nuestra estupidez nacional el ser un pueblo físicamente magnífico. Confío en que seremos capaces de conservar durante largos años futuros esa gran fortaleza histórica aunque temo que empezamos a refinarnos demasiado; incluso los que son incapaces de aprender se han dedicado a la enseñanza. Hasta eso ha llegado nuestro entusiasmo cultural. Entre tanto, mejor hará usted en volver a su fastidiosa e incómoda naturaleza y dejarme corregir estas pruebas.